domingo, 14 de marzo de 2010

Capítulo 5.- Del Ojo De Gato Y De Las Primeras Palabras

Ella ve a un grupo de hombres cargando canastos enormes o costales, todos traen turbantes negros, traen el torso desnudo sudoroso, los cuenta, son quince hombres y cargan sobre sus cabezas esos bultos enormes, ella sabe que entraron por la puerta roja, los ve derechitos, esforzándose resintiendo el peso de sus cargas, se dirigen a la cocina, sin pensarlo los cuenta de nuevo y después del número seis, se coloca entre esos cuerpos tensados por la carga, dan vuelta por los pasillos uno tras otro, guardan una distancia uniforme, sin desprenderse de su talegos, como las hormigas que ha observado en el jardín de su abuela, la última vuelta la dan a un enorme biombo de herrería abundante en curvas y figuras, es ahí donde está la entrada a la cocina, entra a ese espacio que no le ha sido vedado, pero al que nadie la ha invitado, los olores la sacuden transportándola a un paisaje nuevo y basto, aromas intensos y presentes como las grecas del decorado, siente la variedad que se repite y que se le mete por los ojos, es ahí donde encuentra a la viejita flaca, arrugada que ayuda en la cocina, una mujer que es mucho más paciente que todas las almas de la casa, Ella ve que con sus dedos arrugados y flaquitos, le ofrece un dulce, la niña desconfía, pero enamorada de la idea de una comunicación con el fantasma de su abuela, se acerca doblegando su recelo, sabiendo que no es la abuela pero deseando encontrar en esa viejísima piel la suavidad de las manos de los viejos, y sí, la mano es muy suave, de piel delgada, el dulce que le ofrecen la hace sentir amada, entonces mientras su paladar se invade por la dulzura, sus ojos exploran a la viejita que trae adornando su frente un collar de rebuscados dijes, idénticos entre sí, a excepción del que cuelga en el centro, exactamente arriba de la nariz, ese es más grande y la piedra del centro es de un color distinto, es una piedra amarilla que le recuerda los ojos de su gato. La mano anciana, le entrega el dulce y le acaricia su carita, hablando con tonos delicados y doliéndose por ella, Ella siente confianza, protección y se le sube a las piernas, ahí termina de saborear y desde ese regazo, puede observar meticulosamente la cocina, las mujeres están agitadas, todas tienen las caras descubiertas, puede mirarles incluso los brazos y ve que en los pies traen pulseras, anillos, traen unas sandalias desnudas y frescas, caminan suavemente sobre el piso impecable trayendo y llevando, la estufa tiene diez quemadores, los cuenta en voz alta, está orgullosa de que sabe contar, después cuenta los tajines, que son unos recipientes de barro con una tapa en forma cónica, ella les llama sombreros, que cubren los platones que están sobre el fuego en ese momento …uno, dos, tres, cuatro, cinco,,, también tienen sombreros los platones que están en la mesa más cercana, donde una mujer vestida de azul y con brazos fuertes, corta en pequeños fracciones un salmón, tiene ya dentro de una cazuela una pasta de hojaldre extendida, Ella la mira tiene los ojos enormes y bellos, estira su mano y coloca encima una cama de espinacas, coloca todos los trozos de pescado bien distribuidos y le exprime abundante limón, lo hace con una sola mano fuerte y decidida, pone también pimienta negra molida, semillas de sésamo tostadas, sal y mucho aceite de oliva, finalmente lo cubre con una sabana de hojaldre que sella enroscando con sus agiles dedos las orillas, con una escobetilla de pelo muy fino la barniza con un huevo, saca de debajo de la mesa un cajón y haciendo un gran ruido mueve los instrumentos cucharas palas y coladeras y elige un cuchillo muy filoso y curvo lo levanta y apunta en el centro del hojaldre, y le hace a esta pasta blanca y brillante dos rajadas, Ella ve como con sus destreza levanta elplatón y vuela a el horno, años después supo que, éste es el plato que se sirve a los invitados indicándoles que es hora de irse, el pescado no es un plato de bienvenida, por lo menos en esa zona desértica, Ella mira las manos fuertes que siguen haciendo otras muchas cosas que apenas puede descifrar, acompaña con sus ojos todos los movimientos atentamente, sin perder detalle, maravillada por la fuerza de esa mujer, el dulce se termina y como si la vida simplemente siguiera, baja de esas piernas que fueron un remanso celestial para su desasosiego, sale de la cocina y se encuentra con una reprimenda, con una sacudida, aunque hace cara de compungida, aun así, esta reconvención, no logran borrar el alivio de le dio la viejita con el ojo de gato, ni siquiera logran convencerla de que no vuelva a ese paraíso.

A este viaje la acompañan algunos libros, pero lo que más le importa es recordar, en Casa Blanca toma el tren a Marraquech, se deja conducir por el arrullo de esos rieles, con un café con leche caliente entre las manos, ve por la ventanilla el paisaje lleno de rebaños de borregos negros y blancos escudriña el espectáculo y también su memoria buscando que se refresque, que se actualice, busca sacudirse el mandato del olvido y que venga su historia perdida, pero no recuerda nada de esto, para su infortunio le resulta nuevo, no recuerda que había hecho ese mismo trayecto con sus padres, pero pasó el viaje entero tirada de panza en el piso dibujando con sus crayolas. Caminó por la medina de Marraquech, la señorial, ciudad milenaria, amurallada, cada objeto y cada piedra están perfectamente cuidado para ser evocadores, ese es el espíritu de esos espacios, y sin embargo ella no recuerda, también anduvo las calles de Rabat y de Nador, camina abriendo sus ojos recorre las calles con su tiempo de adulta, rodeada de gente agitados ocupados con sus ojos preciosos y hondos, sus pasos buscan y no encuentran, esos recuerdos que vienen más como sensaciones y no como referentes que le permitan descifrar una ubicación, ¡fueron nueve años de encierro! se dice a sí misma, y sigue caminando tratando de ver por los ojos de una niña sola, asustada y deslumbrada, es entonces que encuentra una puerta azul, en realidad es cualquier puerta no “La Puerta”, pero da igual era de un azul imposible, ahí el tiempo le dio un latigazo y se detuvo, vinieron recuerdos teñidos de añil, perfectamente sonoros, índigos, rudos y suaves, recuerdos y memorias, solamente mira la puerta y como se deshoja una rosa fecundada, así se descorre un velo tupido impenetrable como acero blindado y entra la luz por el cancel de arabescos primorosos, quitando sombras y poniendo forma y color a todo, pasó algunas horas frente a la puerta exprimiéndola y por eso tomó esa fotografía, que tiene en el consultorio
…pase adelante ,,, silencioso y tímido se sienta y dice …vengo aun que no quería venir, perdón pero, bueno alguna vez fui a psicoanálisis y ahora vengo porque necesito que,,, Ella al escuchar que ya ha estado en psicoanálisis, extiende la mano y señala el diván y ya reclinado cuenta, su hoy y su ayer, su hoy que tiene relación con una ayer invisible, con un ayer perdido en la memoria de las entretelas del olvido pero progresivamente aparece, “esto no se lo había contado a nadie”, “esto ya no lo recordaba y si por eso fue” … nos vemos el próximo martes a las seis,,,

Por eso tiene en su consultorio la fotografía que tomó en el viaje a Marruecos, es una puerta azul que está en una calle azul. Al mirar esta imagen se recuerda a sí misma, fue cuando descubrió en el cuerpo de otra niña que las tetillas se inflaman, que se convierten en pezones, ese día se vio a sí misma, aun con su cuerpo totalmente lampiño y plano, Ella se sintió sola y pequeña porque no requiere aun de depilarse con caramelo la entrepierna, como lo hacen todas las niñas y las mujeres de ese lugar, pero también descubrió que las podía hacer reír, aun que no se entendieran del todo, ja já ja, hacia piruetas y jajá, ruiditos escenificando miedo, torpeza o alegría, una de las niñas grandes, sabiendo que no hablaba y por tanto no podía revelar ningún secreto, le hizo un gesto invitándola discretamente a que la siguiera y la siguió de cerca, caminaron por una ruta desconocida para Ella, cruzaron los jardines y en el fondo encontraron tras una enredadera de rosas blancas una escalerita muy angosta, parecía de juguete, y subieron, la escalerita va haciendo una larga curva, llegaran a un pasillo, y nuevamente a otra escalerita aun más angosta hasta poner sus pies sobre el techo del palacete, ahí es a donde dan las ventanitas de las cúpulas, las niñas caminan rodeando las cúpulas, unas cúpulas son grandes y otras pequeñas, caminan permitiéndose de vez en vez, ver a través de las ventanitas, observar discretamente lo que sucede en algunas de las habitaciones mas suntuosas, pero lo que realmente era el objetivo de aquella caminata por el laberinto secreto era otra cosa, aun más deslumbrante, al llegar a una zona alta, siempre rodeadas por muros que no les permitían sino un paisaje endogámico, solamente podían mirar hacia los jardines y patios interiores, caminaron y fue ahí que le señalo con su mano pintada de rojo, un punto en especial en el alto muro, descubrieron entonces sus ojos una grieta, esta alta y no alcanzan a mirar, tuvieron que llevar por la noche y con mucho sigilo, un banco para poder pararse, era tal el terror de ser descubiertas, que no se atrevieron a pararse a esa hora sobre el banco, fue al día siguiente habiendo hecho toda la rutina de la mañana, aseo, alimentos, vestimentas, teñirse las manos y los pies, seguir con mucha atención los ensayos de los bailes, de las niñas grandes que traen cascabeles en las caderas, siguiendo el ritmo de la cítara, de los tambores, de las gaitas, a Ella la música que le gusta más es la de los oboes beréberes, que tienen dos caños de madera, la de las niras que son unas flautas con lengüeta, el qarqab y las castañuelas de hierro, Ella los únicos instrumentos que conocía eran la guitarra y el piano, sólo cuando los músicos que estaban atrás de un cancel blanco de arabescos muy cerrados se callaron y se fueron, cuando las niñas se quitaron los cascabeles, guardaron las sedas y se lavaron las manos y los pies, solo entonces fue que pudieron sigilosamente desprenderse del grupo y con paso felino, hicieron su laberíntica ruta hasta el pasillo formado por las cúpulas con ventanitas de colores, saben que no pueden correr así que rápido y con sigilo, haciendo que sus cuerpos no pesaran, volaron, llegaron al banquito, Ella subió y acercó su cara a la grieta del grueso muro, que tiene degradaciones y niveles como labios, le recordó su propio cuerpo, su intimidad, acercarse a ella era como meter medio cuerpo por el sexo de la casa misma, se acomodó porque la grieta se estrechaba hasta configurar una ranura en la que pudo apoyar su cara y sólo así como cíclope pudo mirar. La grieta le permitió ver a través suyo algo que la desconcertó profundamente, lo que veía le resultaba aterrador, la desoriento, cambió de ojo pensando que era ese el problema, contuvo la respiración, pero lo que encontró fue lo mismo, porque lo único que veía era el perfil el horizonte sobre un desierto árido, estéril y enorme, guardó silencio, eso no tenia nombre, en su mundo eso no existía quedó callada por horas, así fue como ese día conoció el silencio de la desesperanza.
A la mujer gorda ahora la veía muy poco, era medio día y hacia un delicioso calor, escucho su voz en el fondo cerca de la puerta azul y la buscó sabiendo que ella le ayudaría a descifrar ese misterio, debe cuidar muy bien como se dirige a ella, los saludos las reverencias y modos de dirigirse a ella son muy estrictos, tintineando sus muchas joyas se acomodó en su enorme sillón, sin esconder su sonrisa le explico …cuando las niñas ya están listas las duermen con un te delicioso para poder transportarlas y entregármelas aquí en la casa del desierto, pero tú eres muy chiquita, de cualquier modo no reconoces nada, nadie te va a reclamar, eres huérfana, así que a ti te trajeron caminando,,,

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