domingo, 14 de marzo de 2010

Capítulo 10.- Del Habla Y Sus Virtudes

Sobre la alfombra en la que duerme, le dejaron un paquete cubierto con un lienzo seda dorada, lo desenvuelve con suma cautela, y se alegra tanto al descubrir que es un pequeño ajedrez en su caja, tan pequeño incluso que lo puede cargar bajo su brazo, sintió tal gusto que se rió en voz alta, escucho su risa y se conmovió de sí misma, ese fue el segundo momento en que su corazón borró todo el dolor. Se organizó en su pensamiento exactamente lo que seguía, buscar un contrincante, entonces la nostalgia la inundó, pensando en su abuela. Cuando extendió la seda en que la venía envuelto el ajedrez, lo hizo con desgano y se sorprendió al descubrir que era un vestido igual al de las niñas grandes, con bordados, ligero y muy hermoso. Estos fueron algunos de los cambios en su vida, a partir de que el Hombre del turbante blanco apareciera, ahora la dejaban escabullirse a la cocina, visitó mucho a la viejita ojo de gato, quien le enseño los nombres de los muebles, de los utensilios de cocina y con esa paciencia que solamente algunas almas tienen, le enseño los nombres de los dedos, de las partes del cuerpo, de la ropa y de cada una de las cocineras, incluso la llevó con sus pasos chiquitos, paso a pasito de viejita, atrás y a través de una puertecita verde, a un patio donde se guardan los animales vivos, al salir vieron que caminaban sueltos algunos patos cloqueando y bamboleándose, en cuanto se abrió la puerta y entraron, ellos aceleraron su paso manteniendo la unidad de su grupo, las gallinas contrariamente, en cuanto se sentaron en unas piedras para contemplar el lugar se acercaron rodeándolas y cacareando, los borregos balaban atrás de una cerca con los chivos. Señalando con el dedo y repitiendo incansablemente, las dos mujeres, la niña y la anciana, forjaron de nuevo la lengua y la civilización perfeccionando los cincelados sonidos y muchas carcajadas, Ella pudo aprender muchos nombres hilvanados con olores y texturas, porque ahí en ese recinto, es donde cultivan las hierbas de olor, también están los lavaderos y en los tendederos, corriendo de una prenda a la otra repetía los colores que el viento bamboleaba a su antojo, a pesar de que ese día se percató de que en el fondo del patio hay puerta por la que sacaron a los borregos en la mañana y los regresaron por la tarde, no pensó alejarse de ojo de gato, con quién se reía, chimuelas las dos se regodeaban cultivando una alegría intima y sencilla, esa que hace las esencias de la vida, las carcajadas acompañaban sus aciertos y sus erratas. Una tarde llevó bajo el brazo, a la cocina su ajedrez, buscó a la viejita del ojo de gato, pero no estaba en su silla, Ella ahora puede preguntar y una cocinera le responde que está enferma, y le ofrece llevarla para que la visite, la toma de la mano, salen de la cocina cruzan el patio de las hierbas de olor que está atravesado por un estrecho cauce de agua que también surte el corral de los borregos y los chivos, siguen el camino que marca el agua reflejando el azul intenso del cielo, pasan la puerta del fondo, la puerta por donde desaparecían los borregos, ahí la sorprenden las frondas de naranjos, palmeras, las flores de una huerta esplendorosa, tomadas de la mano siguen caminando, hasta una construcción de adobe, que tiene una arcada puerta por donde solamente se puede entrar humillándose, en la fresca oscuridad de esa habitación, en un rincón, está recostada ojo de gato, ya sin su corona de dijes en la frente, puede verle sus blancos cabellos, sus parpados están cerrados, la respiración es apenas perceptible, la mujer se acerca con mucho cuidado, pero la niña impetuosa, formula sus demandas de juego, de compañía, los ojos se abren apenas como la rendija del techo y Ella se alegra, la anciana sonríe, mostrando dicha de ver a la niñita que ya habla claro y que tiene un acento muy gracioso, se sienta lenta y torpemente, se siente un poco apenada, y le dice …me da mucho gusto verte, estas muy bonita con ese vestido dorado,,, y mirando la caja le pregunta …¿qué traes ahí,,, Ella se sienta y despliega el juego …¿quieres jugar, yo pido las blancas?,,, …estoy un poco cansada, mañana me enseñas a jugar hoy voy a dormir,,,
Siempre que inicia el juego al acomodar las piezas en su lugar, resuenan en su pensamiento las reglas, las destrezas permitidas al alfil, las propias de los caballos, el poder de las torres y sus limitaciones, en ese marco de normas, se hace un juego milenario e infinito en posibilidades, así igual, cuando su paciente le hace esta encantadora declaración de amor, Ella sabe que en el marco de la regla que enviste el acuerdo terapéutico, se da un infinito de posibilidades y de potencialidades, que el sabotaje a la ética es garantía de fracasó y traición a la tarea, además sabe que él no está realmente enamorado de Ella, sabe que él está tendiendo una trampa al narcisismo, para impedir el acceso a un nuevo recinto en el oscuro laberinto de su inconsciente, Ella sabe que está cerca de algo importante, entonces revisa las notas, trata de recordar las cadenas de recuerdos, de asociaciones, las reflexiones. El paciente llega de nuevo muy temprano y nuevamente tiene que hacer antesala, Ella tiene libre esa hora, pero no adelanta la cita, Ella también espera, a hora exacta, abre la puerta y lo hace pasar, entra pidiendo perdón y ella le pregunta …¡por qué pide perdón constantemente por todo?, ¿por qué siente que debe disculparse?,,, el paciente se conmueve y se apena, dice …no lo sé, voy por la vida con una sensación de falla, de estar equivocado …vas suponiendo que este mundo no es tuyo, que no es para que disfrutes cada segundo, vas caminando como si tu vida no te perteneciera, ¿de dónde viene eso?,,, él dice …no sé,,, El paciente tiene seis meses analizándose, con ese material ella puede citarle un pasaje de su infancia …claro debes disculparte por que te vigilaban a cada paso, te marcaban tus “errores”, no te permitían moverte con libertad, piensas que sigues siendo un niño, eso hicieron porque ese era el instrumento con que contaban para comunicarse, y en particular tu padre, pero tu madre también, eran sádicos contigo,,, el paciente se conmueve hondamente por esta última afirmación, cuenta por primera vez que siempre sintió a su mamá débil y sometida , como una niña cómo él era el que recibía los golpes y ella miraba solo miraba, Ella dice …si te querían, pero no tenías por qué caerles bien, ¿quién te dijo que es obligación de los padres que les caigan simpáticos tus hijos?, a ti tampoco te caía bien tu padre, ¿y qué?,,, ese “¿y qué?” entra haciendo resonancia infinita, haciendo la diferencia para siempre en la vida de este hombre, entonces él habla largamente y con más meticulosidad y reconciliándose con su enojo y discurriendo mientras habla, no tenia por que caerles bien, los hijos no tienen por qué caernos bien, aunque sí son nuestra responsabilidad, mientras piensa esto dice …Es que los castigos eran terribles, yo me sentía sólo, desesperado, mi padre me golpeaba con una vara, y me quitaba la ropa para hacerlo, a veces yo corría pero era peor, así que aprendí a recibir los golpes y a llorar desde antes de recibirlos pensando que él se conmovería, mi mamá se mordía las uñas en la puerta de la habitación y luego me decía “me duele más que a ti “ y yo le creííía,,, llora desconsoladamente. Ella le dice …sí la vida fue injusta ¿y?,,, él no puede creer que Ella diga eso, Ella sigue diciendo contundentemente, aludiendo a su fuerza a su cinismo, … ¿y qué? aquí estas,,, Esta sesión la va a recordar toda su vida, no va a recordar qué día era o si su traje era azul o gris, va a recordar que ese día inauguró una perspectiva, que este ¿y qué? Lo liberó de una versión infantil de su historia, y lo va a acompañar siempre, y tendrá ese recurso para la nueva batalla contra cuando intente complacer al fantasma, siempre que intente seguir una regla absurda ese ¿y qué? lo libera de la autoconmiseración, Ella le dice …ahora ya eso concluyó, ahora no tienes por qué mantener la convicción de que el mundo es de otros, claro seguimos reglas de convivencia pero más allá de eso, se trata de que seas feliz,,, el paciente se sienta y llora, ella le ofrece un vaso con agua, el se apena, se levanta quiere no estorbar, ella le dice …No tienes que irte inmediatamente, recomponte,,, el agua en su garganta lo organiza, la siente fresca, deliciosa, el dolor que siente es por un peso que ahora reconoce absurdo innecesario, un peso hecho de acotamientos fantasmáticos, espinosos, sale del consultorio, se siente ligero y ve con ojos distintos la tarde, trata de caminar con un nuevo ritmo, se afloja la corbata, ve a la gente y piensa el mundo es suyo y mío, de pronto sus ojos descubren en la esquina a un bolero ocioso que está leyendo el periódico, y por primera vez en su vida, hace algo que siempre se le ha antojado, algo que no se permite, y pregunta …¿Esta libre?,,, …sí,,, se sube a la sillón que tiene un toldo rojo, el bolero le ofrece el periódico, y él lo acepta, le pregunta …patrón ¿quiere un cafecito?,,, y él dice …sí gracias,,, el café esta exquisito, no puede dejar de ver las manos del hombre que lo sirve moviendo todo su cuerpo al rimo del cepillado, encera, saca brillo, le asea sus zapatos con profesionalismo deslumbrante, se recuerda a sí mismo mirando a los hombres que leían el periódico mientras les aseaban el calzado, despreciándolos, pensando en ellos como hombres que no tienen nada mejor que hacer, como hombres parásitos, perezosos, ahora desde la altura del sillón ve la calle y a los peatones caminar a sus asuntos, ahora piensa van también a sus tareas a sus placeres, van tarde o temprano, y decide que desde ese día, dejará que le boleen los zapatos.

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